DEBATE 13: interiores atrofiados

En cualquier caso, nuestros niños viajan hacia la adolescencia y juventud con el sobrepeso de una mochila exterior bien equipada y repleta, pero con la mochila interior estrictamente vací­a. Se ha invertido mucho en el hardware y muy poco en software, sintetizándose jóvenes expertos en nuevas tecnologí­as y en juegos pero inexpertos en desarrollar capacidades interiores. A lo largo de este proceso –quizás sin ser conscientes del alcance de las consecuencias- se les ha proporcionado las bases para que hipertrofien su hombre exterior y atrofien el interior, siendo reemplazada la intimidad por lo que se conoce como extimidad.

He aquí­ el joven aburrido, un joven sin interioridad programado para vivir constantemente con un afán inmoderado de novedades que hace que su mente deambule habitualmente en la dispersión y se desquicie ante el «horror vacui», horror a quedarse en blanco y sin nada que hacer. Por eso huyen, y como decí­a Kierkegaard, aterrizan en una «profundidad superficial o en un hartazgo hambriento». En sí­ntesis se ponen de los nervios.

Solución valiente y ardua serí­a promover la cultura de la interioridad. Disminuir el nivel de ruidos y de interferencias, que haga posible a un joven sustraerse para estar a solas. Solo estando a solas se puede ser consciente y asumir las riendas de la vida personal; en el recogimiento interior puede un joven encontrar el clí­max idóneo para hacer lo más humano y apasionante que se le puede ocurrir: pensar, contemplar y leer. Lo dice lúcidamente la filósofa alemana Hannah Arendt: «cuando se deja de pensar, un hombre es sustituible por cualquier otro«, o por cualquier cosa. En definitiva solo el hombre interior que piensa, contempla y lee puede poseerse y por tanto darse al otro, tomarlo en serio, es decir: dialogar. Se conocen muchos jóvenes que con estas instrucciones logran escapar del aburrimiento, porque viajan hacia dentro y desde la atalaya interior cultivan y excitan la función creadora de su potente inteligencia que les hace más libres y perfectos para darse a los demás y divertirse con ellos.

Emilio Garcí­a Sánchez es Profesor de Pensamiento Social. Universidad CEU Cardenal Herrera. Departamento de Ciencias Polí­ticas, í‰tica y Sociologí­a.

 

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4 Respuestas

  1. Asier Rodríguez González dice:

    Ciertamente y por desgracia, cada vez se tiende a depender más de la constante búsqueda de la evasión mediante el uso de » las maquinitas».
    Esto además de ser totalmente perjudicial en la salud mental, a posteriori también lo va a ser en la fí­sica ya que se va dar el fenómeno denominado «sedentarismo».
    Bien es cierto que la culpa de todo esto la tienen todas aquellas personas que acatan los deseos de nuestros jóvenes como órdenes y están dispuestas a proporcionarles cualquier capricho en cualquier momento.
    Por tanto, se presenta un tema interesante que hay que tratar de manera profunda e intentar tomar medidas para ir progresivamente reduciendo el numero de casos o por lo menos evitando el aumento de los mismos.

  2. Lur dice:

    El problemaa no es de las maquinitas, si no de quienes juegan con ellas. Lo que hay que inculcar en los jovenes de hoy en dí­a es que hay que tener tiempo para todo, para el ocio y para el estudio.

    Pienso que todo niño puede tener una maquinita en sus manos sin perjudicarle. El problema viene cuando se envuelve en ellas y permitimos que sea su mejor amiga, y esos problemas suelen venir por otro aun mayor: la soledad, y este viene causado tanto por problemas familiares como por problemas sociales.

  3. Asier Rodríguez González dice:

    Estoy contigo totalmente, Lur, lo único que objeto a ello es que en mi opinión, si no existiesen ese tipo de artilugios (por llamarlos de alguna manera) o «morcillas» (que dirí­a Mitxel jaja) todos los jóvenes de hoy en dí­a no tendrí­an más remedio que buscar amigos de carne y hueso y no ese tipo de amigos.

  4. Lur dice:

    Pienso que dar «caprichos» no es el problema. Cada cual es libre de comprar y regalar lo que quiera, el problema es su uso. Yo quiero una play y me la regalan, no hay nada grave en ello, a no ser que yo abuse de él y vea cada vez más necesario para mi vida el jugar con ella, convirtiendome en un preso del juego.
    Ese es el problema de «las maquinitas» su MAL uso.

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