LECTURA: El origen del movimiento ludita

Se considera que el movimiento ludita, o «luddita», nació oficialmente el 11 de marzo de 1811 en Arnold, cerca de Nottingham (Reino Unido), cuando una turba destruyó 63 telares automáticos. Una primera advertencia contra las máquinas que se atrevieran, como en Blade Runner, a soñar con ovejas eléctricas.

El movimiento radical se extendió en cuestión de dí­as a otros puntos de la geografí­a británica y al sector agrí­cola, también en proceso de mecanización. El denominado triángulo ludita, en los condados de Yorkshire, Lancashire, Cheshire, Derbyshire y Nottinghamshire, sufrió la mayorí­a de estos ataques. Más de cien telares fueron hechos añicos en ataques nocturnos contra la tecnologí­a que amenazaba los puestos de trabajo de este sector estratégico de Inglaterra, en plena Revolución Industrial. No es casualidad que un siglo después Gandhi eligiera boicotear a la industria textil para presionar a Inglaterra en favor de la independencia de la India.

La brutal respuesta de las autoridades

El Gobierno británico contestó a la amenaza ludita de una forma desproporcionada, después de que un millar de hilanderí­as fueran dañadas. El despliegue de 12.000 soldados y la aprobación de una ley, en 1812, que castigaba con la pena de muerte la destrucción de máquinas se tradujo en que 28 personas fueron juzgadas, cinco encarceladas, ocho deportadas a Australia para cumplir siete años de trabajos forzados y quince fueron encontradas culpables de crí­menes capitales cuya pena era la horca. Hacia 1813, el movimiento ludita estaba ya en fase terminal.

En Inglaterra, el objetivo de estos ataques era mejorar las condiciones durante las negociaciones colectivas

El nombre de ludita derivó del supuesto pionero del movimiento: Ned Ludd, un trabajador británico del condado de Leicestershire que a finales del siglo XVII asaltó una fábrica textil antes de ser castigado por su jefe. Lo que a su vez inspiró al personaje ficticio de «Capitán Ludd». Con este nombre, los representantes del ludismo firmaban en el siglo XIX sus cartas amenazantes enviadas a empresarios para que desistieran de invertir tecnologí­a. Un ejemplo de estos textos:

«Nos hemos enterado hace unos dí­as que has comprado máquinas de tundir y si no las haces desaparecer en menos de quince dí­as nosotros las destruiremos; y contigo haremos lo mismo, maldito perro infernal. Y por Dios Todopoderoso destruiremos todas las fábricas que tengan máquinas de tundir, os sacaremos a todos vuestros malditos corazones del pecho y nos mofaremos de los demás, les pegaremos o les haremos lo mismo que a vosotros».

Pero aunque este movimiento obrero en Inglaterra fue el más visible, no se considera el único ni el primer brote contra las máquinas. En 1511, en la ciudad de Burdeos (Francia), unos trabajadores que cavaban una zanja para fortalecer la nave de la Catedral hicieron una huelga en la que rompieron una bomba que sacaba el agua del foso, porque no les reconocieron su exigencia de mejorar los jornales. En Inglaterra, el objetivo de estos ataques también era mejorar las condiciones durante las negociaciones colectivas.

Las causas sociales detrás del movimiento

Más allá de su fama de rompedores de máquinas, los luditas fueron, según interpreta Kirpatrick Sale en su obra «Rebels Against the Futuree», unos obreros que vieron como «su estructurada sociedad de artesaní­a y costumbre y comunidad empieza a dar paso a una sociedad industrial intrusista y sus nuevas tecnologí­as y sistemas, nuevos principios de mercancí­as y mercados, nuevas configuraciones del campo y la ciudad más allá de su comprensión o control».

La mayorí­a de estos obreros, procedentes del sector textil, pasaron de tener un trabajo bien remunerado y socialmente considerado, a verse con un sueldo miserable. Así­ lo cuenta un peinador de lana de Yorkshire en 1840:

«Tenemos que trabajar de catorce a dieciséis horas diarias, y con todo este sudor y esfuerzo no somos capaces de proporcionar los medios de vida suficientes para subsistir. Cuando salimos del trabajo ya de noche nuestra capacidad sensorial se encuentra extenuada por la fatiga… no tenemos tiempo para ser sensatos, ni tiempo libre para ser buenos; estamos hundidos, deprimidos, castrados, enervados por el esfuerzo; incapaces de virtud, sin fuerzas para nada que se suponga beneficioso para nosotros en el presente o en cualquier periodo futuro».

El término ludita se incorporó al Diccionario Inglés de Oxford en 1811. Sin embargo, su acepción como tecnófobo no se aplicó hasta 1970, cuando la revista «New Scientist» la empleó para describir a aquellos que rechazan las nuevas tecnologí­as. Hoy, se habla de la existencia de un movimiento neoludita por la animadversión que algunas personas han desarrollado a las máquinas y a la posibilidad de que el ser humano desarrolle inteligencia artificial.

Tomado de www.abc.es

 

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