BIOGRAFíA: Manuel Godoy

Polí­tico español nacido en Castuera el 12 de mayo de 1767 y fallecido en Parí­s el 4 de octubre de 1851. Era hijo de José de Godoy y Sánchez de los Rí­os, regidor perpetuo de Badajoz, y de Antonia Justa ílvarez Serrano de Faria y Sánchez Sarzosa, dama de honor de la Reina, ambos nacidos en Badajoz. Tras ingresar en la Guardia de Corps, conquistó el favor de los prí­ncipes de Asturias,los cuales, al subir al trono, le colmaron de honores, que culminaron con su nombramiento de ministro de España en 1792. Desde entonces hasta 1808, Godoy fue el árbitro de los destinos de España y dueño absoluto de la voluntad de los monarcas.
Guardia de Corps en Badajoz desde el 15 abril de 1784, pidió el traslado a Madrid a su propio hermano Diego. La respuesta de éste, el 25 abril de 1784, fue afirmativa (según las crónicas gracias a los buenos oficios de la condesa de Matallana). En la capital pronto se granjeó fama de mujeriego; una de sus primeras amantes fue, hacia 1788, Pepita Tudó (con el beneplácito de su alcahuete, el padre Enguí­danos). No obstante, a pesar de cuanto se ha dicho de los amorí­os de Godoy, que son ciertos, y a su encumbramiento basado en ellos, Zylberberg interpreta su nombramiento como primer secretario de Estado, en 1792, como expresión de la necesidad que tení­a España, en aquellos momentos, de encontrar un hombre nuevo. Su polí­tica fue contradictoria, ya que las circunstancias no le permitieron otra cosa, aunque se advierte siempre en él el deseo de racionalizar el sistema económico y social de su paí­s. La muerte de Luis XVI en la guillotina hizo inevitable la guerra con Francia, desarrollada con varia fortuna hasta la paz de Basilia, en 1795, lo que valió a Godoy el tí­tulo de Prí­ncipe de la Paz. Los cambios ocurridos en Francia con el Directorio facilitaron una polí­tica de alianza entre España y esta potencia, sellada con el tratado de San Ildefonso, en 1796. Durante esta alianza, Godoy dirigió la victoriosa guerra contra Portugal, conocida con el nombre de Guerra de las Naranjas, cuyo resultado fue la anexión de Olivenza.

En 1797 Godoy se casó con Marí­a Teresa de Borbón y Villabriga, hija del Infante Don Luis. Poco después, hacia el 2 de octubre de 1797, fue nombrado en Portugal conde de Evora Monte, preparándole para ello un árbol genealógico que llegaba hasta Pedro I e Inés de Castro. Sin embargo, la reina Marí­a Luisa intentó en septiembre de ese mismo año que se separase de su amante Josefa Tudó, para lo cual le habí­a hecho casarse con la citada Marí­a Teresa de Borbón, prima hermana de Carlos IV. Poco después Godoy volvió con la Tudó y la reina se enemistó con él. Sintiéndose amenazado, recibió con gran cordialidad al nuevo enviado de Francia, Truguet, y se manifestó muy en favor de la República, hasta el punto de consentir el 23 de marzo de 1798 la expulsión de España de todos los emigrados. Buscaba ardientemente el apoyo del Directorio, pero como no consintió la proyectada expedición contra Portugal, el Directorio se desentendió de él, y tuvo que presentar la dimisión, que le fue aceptada el 28 de marzo de 1798. Su caí­da no fue acompañada de una desgracia total: continuó viviendo en Aranjuez, se dejaba ver en los espectáculos, los reyes iban con frecuencia a cenar con él, y solamente pasados unos meses comenzó a perder influencia

Sin embargo, en el verano de 1799 su estrella volvió a lucir: el hermano de su mujer, Luis de Borbón, fue consagrado arzobispo de Sevilla, y el marqués de Branciforte, marido de Antonia Godoy, fue promovido a sargento mayor de las compañí­as de Guardias de Corps y capitán general. A finales de 1799 ya se atreví­a a manifestarse públicamente hostil a Urquijo. El 13 de diciembre de 1800 Urquijo cedí­a la Secretarí­a de Estado a Pedro Cevallos. Luciano Bonaparte empujaba a Godoy a tomar el poder, y de hecho los dos comenzaron ese mismo diciembre las negociaciones sobre Portugal. Estas negociaciones marcaron la plena vuelta del prí­ncipe de la Paz a la dirección de los negocios. Foy le considera culpable de la guerra de 1801; a pesar de que el general francés tení­a un concepto enteramente negativo de Godoy y de sus métodos para llegar al poder, sin duda introdujo matices: no fue malvado ni cruel, e introdujo algunas reformas útiles. Luciano Bonaparte habí­a sido el patrocinador de la colaboración entre Godoy y Bonaparte, aunque éste se inquietó un poco por el poder creciente de Godoy a lo largo de 1801.

Godoy supo negociar bien, asegurándose su amistad hacia Francia. Se hablaba ya de un tratado secreto, para arreglar los asuntos de Parma, y de un tratado de comercio. Godoy lo rechazó todaví­a el 27 marzo 1802, aunque en mayo de este mismo año la amistad entre Bonaparte y Godoy parecí­a sólidamente establecida. Se publicó una Instrucción dada por él para el restablecimiento del Orden de Castilla la Nueva (Barcelona, 1804). El 5 de octubre de 1806, sin embargo, Godoy firmó un manifiesto en el que el rey reclamaba el concurso de sus súbditos, a fin de defender la patria de las amenazas presentes, manifiesto que fue interpretado como anti-francés, pero al que André Fugier calificó de oscuro. Godoy habí­a creí­do suprema habilidad no decir contra qué enemigo iba el manifiesto, pero las circunstancias (la victoria napoleónica de Jena y la interpretación que los propios franceses le dieron) situaron al valido en una muy incómoda posición

Comprendió que necesitaba justificarse ante el Emperador, dándole las garantí­as necesarias. Comenzó por hacer publicar un panfleto anónimo titulado Reprehensión amistosa a los Anglómanos sobre su modo de pensar, por un Español afecto a su patria. Necesitaba también romper todo lazo con la coalición, con Prusia y con Rusia, y sobre todo convencer en Parí­s de su lealtad. De esto último se encargó Izquierdo, no sin dificultad. Habí­a que comenzar pagando religiosamente todos los subsidios acordados a Francia, pero Napoleón exigió algo más: la adhesión de España al bloqueo continental (la invitación le fue cursada el 29 diciembre 1806). Godoy dudaba; aceptó para el ejército diez mil prisioneros prusianos de los veinticinco mil que Napoleón le ofrecí­a, pero los alemanes se amotinaron, y hubo que renunciar. Napoleón pensó entonces en el enví­o de tropas españolas para ayudar a Francia, lo que se concretó en la expedición de Dinamarca, que iba a mandar el marqués de la Romana. El 13 de enero de 1807 Carlos IV nombra a Godoy Almirante general de España y sus Indias, Protector del comercio marí­timo y presidente del Consejo del Almirantazgo, con el tí­tulo de Alteza Serení­sima; todo lo cual dio lugar a muchos chistes, porque era un hombre incapaz de navegar, aunque lo necesitara por razones diplomáticas (se lo aconsejó Izquierdo si querí­a ser recibido por el Emperador).

Godoy, que tení­a un miedo creciente a sus enemigos interiores, extremó sus muestras de amistad con los franceses, especialmente con el nuevo embajador, Beauharnais, llegado en diciembre de 1806, con quien trató de asegurarse el control del ejército. Soñó, por otra parte, con el apoyo francés en su proyecto portugués: se trataba de conseguir de Napoleón un territorio de plena soberaní­a, que le pusiese a cubierto de las maniobras fernandinas y napolitanas. Esto no le impidió otro tipo de aventuras: se cree que en 1807 tuvo una nueva amante, Margarita, quien casara con Gabriel González Fernández

Desde Polonia Napoleón le escribió el 21 enero 1807, aprobando la idea de ocupar Portugal, lo que serí­a posible a través de la Paz de Tilsit. Etruria fue sacrificada, y se llegó al Tratado de Fontainebleau, el 29 de octubre de 1807. El proceso del Escorial, el 25 de enero de 1808, cualquiera que fuese la actitud de Godoy ante los «culpables», le supuso un terrible aumento de impopularidad e incluso de odio, al menos en Madrid. En enero de 1808 ordenó el cierre del Instituto Pestalozziano, lo que también se volvió contra él

El Motí­n de Aranjuez fue lo que definitivamente iba a terminar con su poder, y la Guerra de la Independencia fue la consecuencia nefasta de su polí­tica. Hecho prisionero en Aranjuez, fue llevado a Francia. Sus alhajas, depositadas en la Tesorerí­a general, fueron decomisadas el 31 de julio, y el 1 de agosto de 1808; el decomiso fue llevado a efecto por Antonio Alcalá Galiano, su tí­o. Godoy vivió al principio junto a sus soberanos, y luego se estableció en Parí­s. En 1811 se atestigua la presencia en Vitoria de la madre de Godoy, junto a Branciforte, Mortier y otros, camino de Francia

Durante la guerra Godoy fue objeto del anatema general. Apareció, sin embargo, Una parte de la correspondencia de Godoy con la Reina Marí­a Luisa, publicada como documento histórico en Madrid, en 1814. El Consejo de Estado, en la consulta de septiembre de 1820, citada a propósito de su hermano, les negó el regreso a España con el argumento de que, en el caso de Manuel, habí­a querido hacerse austrí­aco, además del juicio condenatorio de la opinión pública.

Cuando, en 1828, se quedó viudo, pudo por fin casarse con la Tudó, su amante de siempre. En 1830 compró el tí­tulo pontificio de Prí­ncipe de Bassano. Sus Mémoires du prince de la Paix aparecieron en Parí­s, entre 1836 y 1837, recogidas en 4 volúmenes (fueron traducidas por de J. G. d´Esménard, quien para algunos es el verdadero autor). La edición española, con el tí­tulo de Cuenta dada de su vida polí­tica; o sean Memorias crí­ticas y apologéticas para la Historia del reinado del señor D. Carlos IV de Borbón, obra de seis volúmenes, apareció en Madrid entre 1836 y 1839.

En 1844 se le devolvieron jurí­dicamente sus bienes, pero la restitución efectiva no tuvo lugar. La rehabilitación total llegó con el decreto del 31 de mayo de 1847, y a partir de entonces volvió a cobrar sus sueldos. Con la Primera República los que habí­an sido sus bienes fueron declarados bienes nacionales (el 10 de noviembre de 1873) y vendidos en pública subasta.

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1 respuesta

  1. Guillermo Godoy La Rosa dice:

    cada ser es respondable de su personalidad, formada a base de sus acciones y accionares, siendo una infima parte de ellos, consecuencias de los genes recibidos, en los que resaltaran los factores correspondientes y contenidos en ellos, de acuerdo a las circunstancias prresentadas durante su existencia, e influenciados notablemente, por los entornos existentes en determinados instantes. DEbido a esto no creo válido ni leal, criticar el modo de proeder de las personas. Sobre todo teniendo en cuenta, la pruralidad de opiniones respecto a un mismo tema, que existe y existira en el concenso de la humanidad y sobre todo teniendo en cuenta, el desconocimiento total de aquel factor ignorado, de nuestro ascendiente espiritual, llevado por cada ser dce un pasado que desconocemos y que influye notoriamente en nuestras acciones.

    Guillermo Godoy lA Rosa
    Trujillo-Perú

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