Plan Nacional de Estabilización Económica
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El Plan Nacional de Estabilización Económica fue un plan económico español, aprobado en 1959, que supuso la ruptura con la política de autarquía del franquismo y posibilitó el lanzamiento de la economía española.
Situación económica previa
En 1959 España era junto a Portugal el país más pobre de Europa, a pesar de un ligero avance en la producción que se vivió desde 1950, amparado por las incipientes ayudas norteamericanas. Los problemas y desequilibrios que aquejaban a la economía española eran varios y graves:
Incremento del coste de la vida que llegó hasta el 15 por ciento y ante el que el gobierno había reaccionado con un aumento importante de los salarios que no hizo sino agravar la situación.
Aumento de la deuda pública.
Déficit comercial muy elevado de la balanza de pagos y una consiguiente reducción de divisas hasta mínimos históricos. El Gobierno español comprobó que, a 31 de diciembre de 1958, sus reservas exteriores sólo suponían 45,4 millones de dólares, cifra inferior a la deuda exterior a corto plazo [1] .
Esta situación era la consecuencia natural de la política económica llevada a cabo hasta ese momento de autarquía, política presupuestaria sin control y corrupción económica.
Nacimiento del Plan
En 1957 se produce un cambio de gobierno amparado por Carrero Blanco, en el que entran un grupo de ministros, compuesto por López Rodó, Mariano Navarro Rubio y Alberto Ullastres, de orientación católica y buena preparación intelectual en el campo económico y que pertenecían todos ellos al Opus Dei. Estos nuevos ministros tomaron pronto conciencia de lo insostenible que era la situación económica, y empezaron a poner un poco de orden en la política económica y comenzaron a romper con la política autárquica franquista dominante hasta entonces.
Las principales medidas que se tomaron fueron una unificación de los múltiples tipos de cambio existentes, elevación de los tipos de descuento, medidas de control del gasto público y también se propició la entrada de España en el Fondo Monetario Internacional, la OECE y El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento.
El antecedente directo del Plan fue un informe de la OECE de 1959 sobre la situación económica en España que contendría las pautas principales del posterior plan.
El Plan fue adoptado por el gobierno el 6 de marzo de 1959 y presentado en las Cortes por el ministro Alberto Ullastres el 28 de julio de 1959 tras vencer las resistencias internas de varios ministros del gobierno y del propio Franco, para los que la política de carácter autárquico tenían un carácter ideológico unido a la victoria en la Guerra Civil y al nacionalismo. Es más, sin la asfixia exterior y la sombra de la suspensión de pagos internacional, es poco probable que se hubiera abandonado este modelo autárquico, tan próximo a la ideología de un Régimen creyente en las virtudes omnímodas del Boletín Oficial del Estado, generador de una enorme pléyade de buscadores de rentas y con escaso aprecio por los mercados abiertos y con competencia.
El contenido del Plan
El Plan marca una serie de objetivos a conseguir: estabilidad económica, equilibrio en la balanza de pagos y robustecimiento de la moneda, de modo que se convierta en una divisa estable. Las medidas que tomó el plan fueron por una parte liberalizadoras y por otra una política de austeridad que se concretaron en:
Se anuncia la convertibilidad de la peseta y la elevación del tipo de cambio con el dólar desde 42 hasta 60 pesetas, con el objetivo de dar estabilidad a la peseta. Esto fue acompañado de cuantiosos créditos del exterior de los organismos internacionales y del propio gobierno norteamericano.
Elevación de los tipos de interés, limitación de la concesión de créditos bancarios y congelación de salarios, todo ello con el objetivo de tratar de reducir la inflación existente. Con el mismo objetivo se cierra la puerta a la pignaración automática de la deuda pública en el Banco de España, que había constituido otra de las fuentes inflacionistas.
Fomento de la inversión extranjera con una nueva legislación sobre inversiones exteriores que permitía la participación de capitales extranjeros en empresas españolas.
Con el objetivo de limitar el déficit público se propone una reforma fiscal que incremente la recaudación y una limitación del gasto público.
En defintiva, las medidas adoptadas en 1959 iban más allá de una simple búsqueda del equilibrio interno y externo que supone la estabilización y configuraba un plan de transformación estructural. Se trataba no sólo de restablecer los equilibrios sino, además, de abandonar el modelo de desarrollo hacia adentro y de incorporar la economía española a los mercados internacionales, saneando la economía para poner los mimbres adecuados para un posterior crecimiento económico. Se pretende lanzar una política anuladora de obstáculos para la liberalización de la economía, controlada férreamente por un Estado autoritario y una oligarquía militar y religiosa que no supo actuar debidamente.
Resultados
Los efectos se dejaron notar a muy corto plazo:
En 1959 se produjo un superávit de la balanza de pagos de 81 millones de dólares.
Las reservas de divisas del Banco de España se incrementaron.
La inflación se redujo desde el 12,6 por ciento en 1958 hasta el 2,4 por ciento en 1960.
Incremento de la inversión exterior en España y del turismo.
Mejorar las condiciones de competencia en el país y la incorporación de tecnologías.
Pero la estabilización, como todos los procesos de este tipo, también supuso un notable freno de la economía española, con congelaciones salariales y fuertes descensos del consumo y la inversión y el consiguiente aumento del paro. Todos estos hechos provocaron un fenómeno de capital importancia en la época, el incremento de la emigración española básicamente hacia Europa en busca de empleo. En este sentido señala Tamames en su obra Introducción a la economía española que: «Sin la espita de la emigración el paro se habría elevado a cifras muy importantes, las remesas de emigrantes no habrían alcanzado tan altos valores y tal vez se habría producido un retroceso en las medidas estabilizadoras».
Fue en esta época en la que se sustituyen los inputs: las fuentes de energía tradicionales como el carbón serán sustituidas por las modernas: petróleo o electricidad, los materiales sintéticos por plásticos. Igualmente, hay un incremento tecnológico en química, metal y maquinaria.
No obstante, en 1965, la estabilización que se creó dio la posibilidad de volver a medidas intervencionistas del Estado, lo que hará que quede una pesada herencia económica que dificultará el proceso transicional: debido a que la economía estuvo excesivamente protegida, y orientada hacia el mercado interior.